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martes, 27 de marzo de 2012

Algunas consideraciones sobre la "Palabra"

He notado que las gentes (me incluyo) arranca las oraciones con la palabra “creo” o en su defecto “creo yo…” tal cosa, quizá a manera de pre-defensa, previniendo el siempre usual ataque de un otro, con frases frecuentes como “para todo tenes una opinión” o “vos si que te las sabes todas” o cualquier otra similar que, a diferencia de palabras, igual significado.


Esa especie de escudo lingüístico da la ilusión de que todo aquel que escuche lo que estamos por desarrollar entienda que, aquello no es la elaboración de una verborragia acelerada producto del tiempo de la fluidez, ni tampoco el logro de un trabajo de elucidación y construcción de conocimientos, sino solo la puesta en escena de aquello que, a su criterio “cree” que es lo que debe decir.
Es de esperar también que, luego de una construcción de ese tipo basada en la creencia, se produzca una posible batalla lingüística entre aquellos que defienden esa creencia y entre aquellos que no, o que mas bien han construido otra creencia sobre una misma situación. He aquí uno de las engaños de este tipo de formulaciones “apalabradas” ya que tendemos a confundir o mas bien a endilgar este tipo de conflictos a las palabras y sus significados, desviando con ello el foco del conflicto, que no es otro que la constitución de un “yo” palabristico cimentado en creencias, que produce la carga de una defensa posterior y constante de aquella creación que es nuestra, y como tal sentimos que, todo aquel que no coincide con ella, no coincide con nosotros.

Las palabras son la base fundamental de la comunicación social, es la manera en la que todos permanecemos ligados, conectados, y en constante creación-limitación. Cuando tendemos a defender aquellas construcciones, ya sean nuestras o ajenas, sin entender cual es la finalidad de las palabras, caemos en fronteras difíciles y cenagosas, espacios de no-construcción, transpolamos un error humano en un error lingüístico, nos liberamos de culpa y caemos sobre las palabras que nosotros construimos para comunicarnos, creamos problemas entre personas y no diferenciamos que hay algún problema en la forma en que nos estamos comunicando, ya sea de emisión o de recepción.

De ahí se define que, la palabra es una herramienta fundamental para nuestra cultura, pero trabaja de dos maneras, como limite-fundante y como limite-limitante, por eso es vital la importancia del uso que se le de, para poder entender lo que decimos cuando estamos diciendo.

La construcción de realidades basadas en la palabra es tan variada que ni la podemos imaginar, muchos intentan constituir una especie de mensaje común, una construcción social compartida se podría decir, pero ella nunca puede esconder su imagen viciada que la vincula a ciertos grupos de interés que intentan dominar a través de lo que se comunica, las ideas que se deben tener de la realidad.

Cuando se producen choques violentos, enfrentamientos virtuales de realidades opuestas construidas mediante la palabra, es cuando se siembra la duda de que no todo lo que es nombrado es real, sino una construcción que persigue una realidad distinta a la de nosotros (teniendo siempre en cuenta la diferencia entre real y realidad). Esto da lugar a otras estrategias del lenguaje como son las metáforas, muchas veces utilizadas para descifrar situaciones, disfrazándolas de palabras para que parezcan otra cosa. Son construcciones que permiten alivianar estos enfrentamientos de palabras, y logran muchas veces confundirnos, haciéndonos creer que nuestra realidad también es la de otros, borrando ciertos limites y atrapándonos en una construcción cuasi-social, a la que luego también viene ligada una especie de culpa moral, que pisotea nuestra Ética y nos hace vivir mas en un estado de miedo-compromiso que de deseo y placer.

Cuidar nuestras palabras es cuidarnos como sujetos, ellas nos brindan la posibilidad de expresarnos, si no la defendemos y la desarrollamos, luego seremos la expresión de ese descuido, al menos en nuestra relación con los otros, siempre presentes en nuestra constitución subjetiva. “La mirada del otro me define” decía Sartre.., y en esa frase encuentro una ves mas, la imposibilidad de la existencia sin  un otro.