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miércoles, 29 de junio de 2011

Encuentro Nocturno

Aquella mañana estaba haciendo frío, desde el interior de la cocina mire hacia el patio con la tasa de te recién preparado en mis manos, estaba clareando y desde los techos de chapa caían innumerables gotas de rocío, supuse que habría helado aquella noche. Eran las siete menos cuarto, y como todos los primeros sábados de cada mes, me preparaba para ir al cementerio a saludar a mi madre, le llevo algunas flores y conversamos un rato. Ya hace 4 años que mama falleció y esta costumbre se me a hecho carne, a veces pienso, generalmente en verano, y me digo –el próximo invierno voy a ir sobre el mediodía- ya que no veo para que exponerme al frío, si ella no creo que me diga nada, solo con mi presencia le debe bastar.
El colectivo pasa a las siete en punto,  a veces se atrasa pero son las menos, subimos siempre los mismos, mi vecina la del almacén, a la que le falleció el marido hace ya dos años en un accidente de autos, el era taxista. También don Pedro, con el que generalmente nos sentamos juntos y charlamos sobre deporte, el no va al cementerio sino a trabajar, se baja bastante antes, en la calle Zelarrayan justo antes de llegar a 19 de Mayo, es portero de un edificio que esta justo en esa esquina.
Hoy llego a horario, vamos en la 518 A, siempre el mismo chofer, no se el nombre pero nos saludamos con cierta complicidad de aquellos que se conocen pero solo de verse. Hoy Pedro estaba callado, asíque no conversamos, y en ese silencio recordé que le prometí a los chicos que hoy saldría con ellos, ya me estaba arrepintiendo, y en mi interior me parecía escuchar lo voz de mama –Ya tenes edad para estar con alguna chica y formar familia, cuando vas a sentar cabeza- me sonreí para mi.
Edad, edad tengo para todo, si desde que mama falleció me encargo de todo en la casa, esto me sonó absurdo, quien se encargaría sino, si solo éramos nosotros dos, vuelvo a sonreír por dentro, toda aquella situación me animó y pensé que quizá sea buena idea la de salir hoy, por ahí me distraigo y conozco gente, mama tiene razón, o la tendría en el caso de seguir viva, ya tengo 27 años y podría intentar conocer a alguien.
Agarramos ya la última curva en la rotonda y el colectivo se hace camino por 14 de Julio hasta la puerta misma del camposanto, este ultimo tramo lo realiza generalmente a gran velocidad dado que la ruta a esa hora esta casi vacía y que los habitantes del colectivo ya somos pocos y los mismos de siempre. Un gesto con la mano basta como despedida al conductor, ya que a la vuelta nunca me toca de nuevo, me lleva otro, pelado y de mal genio, ni siquiera me saluda, y eso que ya nos conocemos hace cuatro años.

Saludo a Norma con un beso, ella ya me tiene preparado el ramo de lilium amarillo, con zinias azules, gladiolos blancos y hojas verdes. A veces nos tomamos un cafecito, si coincidimos con Jorge, un viejo y querido personaje de la zona, que anda con cuatro termos cargados y unos vasitos plásticos, haciendo de ello una especie de empleo, pero yo sospecho que lo utiliza como excusa para no quedarse en la solitaria pieza que le sirve como vivienda. Debe ser muy triste aquella pieza para preferir el frío de las catacumbas antes que una mañana tibia bajo algunas frazadas, y un café al despertar a media mañana, cuando ya todo es más calido.
Ya estoy con mama, le cuento algunas cosas y siento que me escucha. Pinte el patio y cambie las plantas de lugar, le digo. La parra me esta jorobando bastante y he pensado en sacarla, esto ultimo no se si decírselo por que a ella le gustaba esa parra, pero intuyo que me lee lo que pienso, por eso no le oculte lo de la noche, que saldría con los chicos, iríamos al boliche donde yo iba antes, cuando salía.

Me bañe, y me puse la misma ropa que la ultima vez que había salido, es que no me compre mas ropa desde entonces, solo algunas cosas pero para el trabajo. Nos juntábamos en casa asíque de a uno fueron cayendo, Tito y el Mono siempre los primeros, viven a la vuelta de casa, después llego Pablo y Néstor, todos con cerveza en bolsas, señal que lo compraron en lo de la gorda, la del almacén que se le había muerto el marido taxista. Luego de la previa, marchamos en mi vehiculo hacia el boliche, eran como las dos de la mañana, yo tenia mas ganas de quedarme que de salir, hacia un frío que rajaba la tierra, el aire húmedo te cortaba la cara y tuvimos que esperar que se descongelara la luneta del auto, que tenia una capa de escarcha de varios milímetros.
Llegamos y ya estaba lleno el lugar, mucha gente, mucho ruido, mucho humo, -esto no es para mi- le dije a Pablo quien se sonrío y me dijo – déjate de joder, hace mil años que no salís, esto te va a hacer bien-.

Para las cuatro de la mañana ya los había perdido a todos, yo estaba sentado en una barra y al lado mío se sentó una chica, yo no preste atención y seguí interesado en mi vaso y mirando a ver si veía a alguno de los chicos. Ella me habla, yo la miro y le contesto, no me acuerdo que fue lo que me dijo, solo vi sus labios moviéndose y esos ojos verdes que me traspasaban. Seguidamente me dijo que se llamaba Mercedes y que hacia mucho tiempo que no salía, charlamos bastante y la pasamos muy bien. Parecía que cada cosa que yo decía, ella ya la sabia, como si me conociera de antes, o como si tuviera una extraña capacidad de adivinarme los pensamientos, charlamos mucho y coincidimos en muchas cosas, tanto que nos causaba gracia. De repente se prendieron las luces del lugar, ya eran las seis de la mañana y había que irse, en aquella situación no supe que decir, hacia tanto que no salía que había perdido el manejo de aquellas situaciones, aparte ella era tan distinta, tan bella, no quería que tomara a mal alguna invitación.
Finalmente me ofrecí a llevarla, subimos al auto y me fue guiando mientras seguíamos la charla y nos contábamos cosas de cada uno. Llegamos a la rotonda por donde había estado aquella mañana, dos cuadras mas adelante me hizo frenar, nos despedimos y se fue caminando, muy suavemente por aquella calle de tierra.

Pasado un mes volví al cementerio, pero esta vez decidí ir en el auto y romper con aquella rutina que tenia hace ya cuatro años. El coche lo compre hace seis meses y desde entonces me pareció que no debía cambiar las cosas y que los sábados de cementerio, seguirían siendo en colectivo, pero ya no. Aparte aproveche a dar una vueltas antes de entrar, para ver si me cruzaba a Mercedes, no la había vuelto a ver, y por aquella falta de ritmo que tenia, no le pedí ni siquiera el teléfono, calculo que ella lo debe haber tomado a mal, habrá pensado que no quería volver a verla, y eso yo quería aclararlo.
Sin novedades y luego de rondar por media hora, decidí entrar, y acá reanude lo rutinario, el beso a Norma, el ramo, el cafecito con Jorge, que hoy andaba por ahí.
Charle con mama y le conté que la parra al final se había salvado, le corte algunas ramas y la deje, al fin y al cabo en el verano es noble y me regala su sombra. Tome otro cafecito y le cambie el agua a otras flores que habían dejado, no tengo idea quien puede haber sido, nunca hubo flores antes que yo llegara. Le dije que había charlado con una chica y que me había divertido mucho el ultimo sábado que la había venido a ver,  y de repente me di cuenta que eran vecinas, mi mama y mercedes eran vecinas, si ella se había bajado de mi auto a dos cuadras de allí. Una sensación muy intensa y desconcertante me arrebato los sentidos, no podía ser, ellas no podían conocerse, sin embargo sabia tanto de mi. Basta de pensar estupideces me dije. Me despedí de mama y le recordé cuanto la extrañaba, tome el camino de la derecha que da directamente a la salida, siempre tomo el inverso para saludar a Norma pero ese día no tenia que ir a la parada del Bondi sino al auto, que quedo estacionado en el otro ala, sin pensar mire la primer lapida que seguía a la de mi madre y mis pies se detuvieron, mi corazón dejo de latir y mi estomago se endureció, leí varias veces y no podía creer lo que estaba viendo. Era ella, su nombre podía ser el de cualquier otra, con el mismo nombre hay miles de personas, pero su foto, su foto era inconfundible, si hasta estaba vestida con la misma ropa.

domingo, 26 de junio de 2011

El curioso caso de Justo Pagliaro

Casi todas las mañanas, mas aun las invernales, a Justo le gusta levantarse temprano y realizar toda una ceremonia previa a eso que rodea el arte de tomar mate. Lo primero es abrigarse bien y salir a cortar un poco de leña para iniciar el fuego, claro que la deja bien tapada por las noches para que las heladas no la humedezcan. Se calza un gabán viejo heredado de su abuelo paterno y unos guantes de cuero artesanales, una bufanda marrón claro, que conserva de su niñez y sale al encuentro del rocío lastimoso. Una vez adentro del rancho y con la pila de leños, arma su fogata en el horno de barro que construyo hace ya varios años, 21 años para ser mas exactos, precisamente cuando decidió que esta seria su morada hasta que la tierra le pidiera devolver la osamenta.
Su tarea diaria es pesada y extensa, trabaja la hacienda y además tiene algunos cultivos  pero esto último lo realiza como un pasatiempo, produciendo su propia comida, también les vende a algunos vecinos  o la intercambian entre ellos por algún otro producto de necesidad, emulando una especie de trueque medieval. A menudo le envía a sus familiares del pueblo también,  ya que el  hace mucho tiempo que dejo de ir, ya ni a votar se presenta, se siente ajeno a todo tipo de eventos sociales.

A mediados del año 91, Justo inicio su último cuatrimestre de la carrera de abogacía en la universidad de La Plata, le quedaban 3 materias para cursar y un par de finales, sin embargo en su interior nunca estuvo cómodo con su estilo de vida en los últimos años, que coincidieron con su estadía en dicha ciudad, alejado de su pueblo, a unos setecientos Km. de distancia.
No se habituaba a los espacios, a las formas, diálogos, conductas sociales. Convivió allí, con otras maneras ajenas a su costumbre, que rozaban lo inmoral, lo vulgar, y lo hacían de una manera tan perceptible que se olía en el aire, como una atmosfera flagelada por lo incierto y  fragmentario, dotando todo acto de cierta fluidez y liviandad que asombraba, o al menos a el le asombraba.
Sabía que era su último año y debía enfrentarse a una decisión importante,  la de que hacer de su vida una vez recibido. Trabajar en esa ciudad, emigrar en búsqueda de otras posibilidades, en fin, ejercer la profesión de alguna u otro manera, y es por eso que empezó a confeccionar una especie de compilación  en un pequeño cuaderno, de tapa naranja, donde describía  todas aquellas herramientas que había obtenido durante su preparación para ejercer su profesión de una manera digna y honrada, tal como le habían enseñado su padre y su abuelo que se hacían las cosas, en todos los aspectos de la vida.
Por aquella época Justo tenia 26 años, un buen promedio y un futuro excelente como asesor letrado, pero en aquel cuaderno naranja, después de cuatro meses de anotaciones y apuntes, no había nada que lo sedujera, todo lo que coloco en el, le parecía extraño, de otra persona, desconocida. Se dio cuenta que nada de lo que aprendió fue lo que quería aprender, que nada de lo que vivió era lo que quería seguir viviendo, se enojo mucho con el mismo, lloro, tanto lloro que se quedo dormido. Al despertar se sintió raro, de otra manera, no supo armar mentalmente un concepto de que le podía estar pasando, pero sabía que algo había cambiado. Se dedico a pensar y entendió que esa no era la vida que el quería, no quería entremezclarse entre los problemas de los demás, defender a inocentes o culpables, como si el tuviera algún valor moral superior para decidir algo. Recordó una charla de joven con su abuelo, donde el viejo le recomendaba que hiciera lo que quisiera con su vida, pero que nunca mienta, eso lo iba a mantener sano, porque la mentira destruye a las personas desde adentro. Y tal como hizo ese día frente a su abuelo, se volvió a prometer que jamás diría ninguna palabra que no fuera verdad, y que se volvería a su pueblo, a vivir de lo que siempre quiso vivir, del campo.
Se sintió con una gran energía e intento darse aliento en vos alta pero no pudo, al intentar emitir sonido salio del fondo de su garganta una colorida y hábil mariposa, voló en espiral hasta el ventilador de techo y se poso sobre una de las paletas. Justo se quedo paralizado, no podía creer lo que estaba pasando – estoy loco?- quiso decir pero otra ves ocurrió, una nueva mariposa surgió de su boca para planear en semicírculos y quedar prendida a una cortina. Ya la desesperación era absoluta, entendió que no podía hablar, porque cada intento era el nacimiento de un nuevo cuerpo alado de colores. Se asusto, como explicaría esto? Quien le iba a creer tamaña estupidez, a no ser que repitiera la escena delante de cada uno al que quisiera explicarle, pero en ese caso se transformaría en una especie de fenómeno, acudiendo a programas de televisión, y terminaría trabajando en un circo!

Justo tiene hoy 47 años, vive solo en un rancho a unos 25 km de su pueblo. No hace más que trabajar el campo y se siente feliz, junto a sus mariposas que no paran de salir de su interior, como si hubiera allí, un nido interminable de larvas. Le fue imposible ejercer la profesión pero no se queja, al fin y al cabo ya había tomado la decisión que no trabajaría de eso. Podía pronunciar palabras, siempre que estas estuvieran vacías de cualquier tipo de falsedad,  sino ahí nomás aparecía una mariposa, por eso ya no hablaba mucho, casi nada, solo lo necesario para vender ganado, algún saludo con vecinos y no mucho más.
Aun hoy se pregunta en sus noches solitarias, con la cara manchada por el reflejo de la fogata, si aquello fue un castigo de alguien o de algo, pero no surgen respuestas, solo mariposas.

lunes, 6 de junio de 2011

Escritores invitados

FOTOS DE ENDÓ ENRENMI

Por LEANDRO TRILLO
Viedma, Junio de 2011

Endó Enrenmi era lo más parecido que hallé alguna vez a una frecuencia. Es decir, era persona, claro, y no obstante ello, era frecuencia. Explicarlo: difícil para mí pues el lenguaje que he aprendido llega hasta lo que es una sola cosa por vida y no dos. De modo tal que o me refiero a él como persona o como una frecuencia. Pero no podré ambas cosas a la vez. Preferiré referirme a él como persona.
Endó Enrenmi, como característica, no tenía ética. Parece imposible, pero no la tenía. Así que nada hay para preocuparse ni para juzgar en este sentido. Al carecer del sentido de la ética…
Por lo demás, Endó Enrenmi había sido muy distinto a cualquier otra persona, pero desde hacia unos meses ya no lo era. Estaba a la onda, lucía bien, muy bien, con ese brillo social en el cuerpo, en la risa; y se comunicaba con y en  frecuencia con la sociedad.
Gustaba de las posibilidades que pueden hallarse en una cocina, de la mujer de los coros, de descubrir artimañas capaces de manipular las tramas que suceden en los juegos de azar, del atún y los garbanzos y particularmente gustaba del ocio. Aunque habrá que decir que ninguna de estas predilecciones se sostenía a través del tiempo. Por ejemplo, tras degustar Endó Enrenmi dos o tres veces al atún y a los garbanzos, o a la mujer de los coros, todo adoptaba nuevas formas, como si se tratara de una mudanza. Abrupta. Las estanterías de pronto estaban delante de una pared desconocida y había que hacer un lugar de ese no lugar y principalmente había que volver a guardar y volver a construir confianza con los objetos desconocidos, pues no siempre los nuevos lugares se presentan como confiables para dejar en ellos, a la intemperie y al acecho de fantasmas extraños y chismosos, los recuerdos atesorados, las fotos del caos que hicieron lo que soy de mi, las copas de alguien a quien no conocí.
Una noche Endó Enrenmi fue a un bar. Esa misma noche descubrí que él era frecuencia. Lo sospeché a partir de que me pareció extraño que cuando hablaba, parecía una radio. Cuando se movía, lo iluminaba la imagen que queda en el televisor cuando te cortan el cable. Como si se borrara y se volviera a pintar. Como si se borrara y se volviera a pintar.
Un guitarrista marcó el acorde de do mayor y las piernas de Endó Enrenmi desaparecieron, como si la música las hubiera borrado de las tres dimensiones conocidas con una goma. La melodía de aquel guitarrero continuó con un inmediato re mayor que, al parecer, tuvo algo que ver con la desaparición de los rasgos de la cara de Endó Enrenmi. Y antes de desaparecer del todo del mundo conocido, el guitarrero marco un catastrófico mi menor.
No es improbable que la nueva y desconocida disposición adoptada por Endó Enrenmi lo haya llenado de poesía. Aunque dicen que eso en algún momento o en otro, a todos nos pasa. La última vez que ví a Endó Enrenmi en frecuencia persona me recomendó que esté despierto, atento. Lo más que pudiera. Desde aquel entonces no duermo y a mi ajada salud la asalta una aguerrida y tétrica obsesión con cada uno de los acordes marcados por cada uno de los guitarreros a los que, ya desesperadamente, persigo y percibo.

domingo, 5 de junio de 2011

CAOS

Ciertamente es un tema interesante en el cual a mi criterio hay que detenerse al menos para re-pensarlo, todos sabemos en cierto modo lo que significa la palabra Caos aunque algunas culturas tengan miradas disímiles sobre el concepto, tanto que la adopten como medio de vida o como procedimiento cotidiano de su accionar.
El adentrarse en el caos es tomado como algo ajeno al hombre, es enredarse en un entramado juego donde no se siente cómodo, en una plataforma de incertezas por la que a nadie le gusta caminar, sin embargo una mirada mas profunda, se me ocurre, es la de pensar al Caos como centro y única existencia, de la cual surgen las ideas, pensamientos y estructuras en las que los sujetos se escudan y protegen de la inconsistencia de lo cotidiano, es mas seguro nadar sobre el agua que hacerlo sobre la nada misma, y es por eso que se crean innumerables plataformas donde sustentarse, desde donde sentirse sujetados, aferrados a algo que tenga o parezca tener sentido. Es muy difícil proyectar una sociedad proponiendo como material constituyente, como elementos vitales de la construcción, la incertidumbre y la relatividad, no estamos acostumbrados, la rechazamos de manera absoluta
Armar estas estructuras basadas en lo corpóreo, como aquello palpable y visible, le da al hombre una cierta sensación de seguridad, de estabilidad que le permite desenvolverse de una mejor manera, conducirse a paso firme por las redes sociales que lo van gestando y construyendo como parte funcional de la maquina de construcción subjetiva, en la cual se va inventando y a si mismo incluyendo en el circuito social.
Lo que esto produce también, pero de una manera mucho menos visible, es la autolimitación de la propia constitución de la subjetividad, ya que nos estandarizamos con todo aquello ya existente, sin la necesidad de tener que explorar lo desconocido.
Cuando empezamos de cierta manera a tomar conciencia de ellos, cuando empezamos a plantearnos cuestiones y proponernos caminos diferentes entramos en una especie de pánico, ya que debemos movernos sobre lo desconocido, introducirnos en lo mas profundo de la oscuridad, en las fauces del propio Caos, y es allí donde todo hombre encuentra su inflexión, su crecimiento, en el encuentro con la esencia del Caos, la convivencia con aquello que se toma como algo tan lejano y ajeno a la constitución humana, y sin embargo esta tan enraizado en el interior de todo sujeto.
Saramago decía que “El caos es un orden por descifrar” y es aquella hermosa frase de la cual me nutro para producir esta mirada, en el encuentro y el posterior desenlace de cada uno de nosotros con el caos, es en donde se producen aquellos destellos de luz, aquellos pasos hacia delante, todos aquellos procesos que nos son familiares y conocidos no generan en nosotros la necesidad de un esfuerzo extra o superior, lo que nos hace crecer es todo aquello que nos haga “dudar”, este simple acto de no estar de acuerdo con ciertas construcciones es el que nos enfrenta con nuestra propia subjetividad, nos atraviesa y nos reconstruye a cada instante, nos parimos constantemente produciendo el cambio, aceptándolo como primera medida, y aceptándonos como partes del mismo.
La simple idea de ver nuestra esencia  formada a partir de algo sin forma, amorfo y desarmado puede provocarnos el deseo de huir, pero es una tarea de construcción de pensamientos, de aceptaciones y de enfrentamientos con nuestros placeres y deseos mas íntimos, es darnos lugar para escucharnos, conocernos y descubrir de cuanto somos capaces.
Hablar del Caos como principio fundamental de construcción de la vida y de los sentidos, no es algo liviano, sino todo lo contrario, nos despierta todo aquello que el Caos mismo genera, miedo, incertidumbre y duda, pero creo que ese es el primer paso a la degustación de los sabores mas plenos, a los aromas mas liberadores,  los primeros ladrillos de la construcción mas potente de subjetividad. Lograr ahondar en estos laberintos es intentar la creatividad, buscar nuevos y mejores modos de existencia donde la vida sea aquello que nosotros queremos que sea, es dejar de ocultarnos bajo las sombras de las construcciones instituidas e intentar otras miradas, otro orden social en el cual seamos parte y no meros engranajes de una obra ajena.