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domingo, 26 de junio de 2011

El curioso caso de Justo Pagliaro

Casi todas las mañanas, mas aun las invernales, a Justo le gusta levantarse temprano y realizar toda una ceremonia previa a eso que rodea el arte de tomar mate. Lo primero es abrigarse bien y salir a cortar un poco de leña para iniciar el fuego, claro que la deja bien tapada por las noches para que las heladas no la humedezcan. Se calza un gabán viejo heredado de su abuelo paterno y unos guantes de cuero artesanales, una bufanda marrón claro, que conserva de su niñez y sale al encuentro del rocío lastimoso. Una vez adentro del rancho y con la pila de leños, arma su fogata en el horno de barro que construyo hace ya varios años, 21 años para ser mas exactos, precisamente cuando decidió que esta seria su morada hasta que la tierra le pidiera devolver la osamenta.
Su tarea diaria es pesada y extensa, trabaja la hacienda y además tiene algunos cultivos  pero esto último lo realiza como un pasatiempo, produciendo su propia comida, también les vende a algunos vecinos  o la intercambian entre ellos por algún otro producto de necesidad, emulando una especie de trueque medieval. A menudo le envía a sus familiares del pueblo también,  ya que el  hace mucho tiempo que dejo de ir, ya ni a votar se presenta, se siente ajeno a todo tipo de eventos sociales.

A mediados del año 91, Justo inicio su último cuatrimestre de la carrera de abogacía en la universidad de La Plata, le quedaban 3 materias para cursar y un par de finales, sin embargo en su interior nunca estuvo cómodo con su estilo de vida en los últimos años, que coincidieron con su estadía en dicha ciudad, alejado de su pueblo, a unos setecientos Km. de distancia.
No se habituaba a los espacios, a las formas, diálogos, conductas sociales. Convivió allí, con otras maneras ajenas a su costumbre, que rozaban lo inmoral, lo vulgar, y lo hacían de una manera tan perceptible que se olía en el aire, como una atmosfera flagelada por lo incierto y  fragmentario, dotando todo acto de cierta fluidez y liviandad que asombraba, o al menos a el le asombraba.
Sabía que era su último año y debía enfrentarse a una decisión importante,  la de que hacer de su vida una vez recibido. Trabajar en esa ciudad, emigrar en búsqueda de otras posibilidades, en fin, ejercer la profesión de alguna u otro manera, y es por eso que empezó a confeccionar una especie de compilación  en un pequeño cuaderno, de tapa naranja, donde describía  todas aquellas herramientas que había obtenido durante su preparación para ejercer su profesión de una manera digna y honrada, tal como le habían enseñado su padre y su abuelo que se hacían las cosas, en todos los aspectos de la vida.
Por aquella época Justo tenia 26 años, un buen promedio y un futuro excelente como asesor letrado, pero en aquel cuaderno naranja, después de cuatro meses de anotaciones y apuntes, no había nada que lo sedujera, todo lo que coloco en el, le parecía extraño, de otra persona, desconocida. Se dio cuenta que nada de lo que aprendió fue lo que quería aprender, que nada de lo que vivió era lo que quería seguir viviendo, se enojo mucho con el mismo, lloro, tanto lloro que se quedo dormido. Al despertar se sintió raro, de otra manera, no supo armar mentalmente un concepto de que le podía estar pasando, pero sabía que algo había cambiado. Se dedico a pensar y entendió que esa no era la vida que el quería, no quería entremezclarse entre los problemas de los demás, defender a inocentes o culpables, como si el tuviera algún valor moral superior para decidir algo. Recordó una charla de joven con su abuelo, donde el viejo le recomendaba que hiciera lo que quisiera con su vida, pero que nunca mienta, eso lo iba a mantener sano, porque la mentira destruye a las personas desde adentro. Y tal como hizo ese día frente a su abuelo, se volvió a prometer que jamás diría ninguna palabra que no fuera verdad, y que se volvería a su pueblo, a vivir de lo que siempre quiso vivir, del campo.
Se sintió con una gran energía e intento darse aliento en vos alta pero no pudo, al intentar emitir sonido salio del fondo de su garganta una colorida y hábil mariposa, voló en espiral hasta el ventilador de techo y se poso sobre una de las paletas. Justo se quedo paralizado, no podía creer lo que estaba pasando – estoy loco?- quiso decir pero otra ves ocurrió, una nueva mariposa surgió de su boca para planear en semicírculos y quedar prendida a una cortina. Ya la desesperación era absoluta, entendió que no podía hablar, porque cada intento era el nacimiento de un nuevo cuerpo alado de colores. Se asusto, como explicaría esto? Quien le iba a creer tamaña estupidez, a no ser que repitiera la escena delante de cada uno al que quisiera explicarle, pero en ese caso se transformaría en una especie de fenómeno, acudiendo a programas de televisión, y terminaría trabajando en un circo!

Justo tiene hoy 47 años, vive solo en un rancho a unos 25 km de su pueblo. No hace más que trabajar el campo y se siente feliz, junto a sus mariposas que no paran de salir de su interior, como si hubiera allí, un nido interminable de larvas. Le fue imposible ejercer la profesión pero no se queja, al fin y al cabo ya había tomado la decisión que no trabajaría de eso. Podía pronunciar palabras, siempre que estas estuvieran vacías de cualquier tipo de falsedad,  sino ahí nomás aparecía una mariposa, por eso ya no hablaba mucho, casi nada, solo lo necesario para vender ganado, algún saludo con vecinos y no mucho más.
Aun hoy se pregunta en sus noches solitarias, con la cara manchada por el reflejo de la fogata, si aquello fue un castigo de alguien o de algo, pero no surgen respuestas, solo mariposas.

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